El monarca de las sombras. Javier Cercas


Vaya por delante mi admiración por Cercas, único autor español contemporáneo al que sigo (me gustaron mucho Soldados de Salamina y Anatomía de un instante). Creo que es un autor con eso que se llama “voz propia”, tal vez por el ritmo y la precisión de su escritura y su visión inquisitiva de la realidad, a la búsqueda de lo que las apariencias ocultan.

En este caso, se detecta un cierto amaneramiento, una especie de Cercas imitando a Cercas, puede que como recurso para sacar partido a un material más pobre que el de su anterior obra, El impostor. El relato se ciñe a la investigación sobre un tío del propio novelista, Manuel Mena, alférez provisional en la Guerra Civil, caído en combate durante la Batalla del Ebro. Y decepciona, aunque la prosa de Cercas mantenga su calidad. En primer lugar, porque tanto esa búsqueda que Cercas lleva a cabo en primera persona -demasiadas conversaciones banales-, como el resultado -unos pocos hechos históricos y muchas suposiciones- dan poco de sí.  Resulta cargante además su insistencia en que él debe atenerse a los hechos y no fabular mientras no deja de hacerlo.

Pero el motivo mayor de la decepción es que la historia sirve para dar cobertura a su explicación parcial y tópica del fracaso de la República y de la Guerra Civil, que lastra toda la narración. La tesis primaria de Cercas es que Mena acabó sus días desengañado y que su familia se equivocó de bando: debería haber combatido con la República. Una conclusión un tanto extravagante a la vista de que, por ejemplo, se narra el intento de asesinato de uno de sus familiares por parte de algún elemento izquierdista antes de la Guerra Civil (no parece fácil elegir el bando de quienes desean matarte). Y se basa, sobre todo, en la visión ideologizada –ridícula en su simplismo- con la que la mayor parte de la intelectualidad española sigue viendo el régimen de la II República y la Guerra Civil (una muestra: se describe como “masivo” el apoyo de Hitler y Mussolini al bando franquista, pero no se menciona a Stalin en todo el libro).  

Una pena que un escritor tan inteligente como Cercas no sea capaz de superar esa mentalidad dominante para haber mirado con ojos limpios aquella tragedia nacional. Hubiera podido así haber indagado en la figura de su tío con mayor hondura e inocencia, para intentar descubrir qué movió a miles de personas como Manuel Mena a tomar las armas y arriesgar sus vidas (¿querrían tal vez mantener la libertad de rezar al Dios de sus mayores?). Pero en estas páginas quedan reducidos a figurantes de la historia, víctimas manipuladas de unos pocos oligarcas: militares, ricos, obispos.


Nota: 5.

Cántico por Leibowitz. Walter M. Miller

Aprovechando una recomendación a un amigo, volví a leer esta excepcional novela publicada en 1960 (disfrutar de lo lindo una tercera lectura es sin duda un buen filtro de calidad). La obra se divide en tres partes hasta cierto punto independientes: "Fiat Homo," "Fiat Lux," y "Fiat Voluntas Tua." Me parece sensacional la primera, quizá superior a las otras dos, con ese inolvidable hermano Francis y su “execrable vanidad”, descubridor de las reliquias del futuro San Leibowitz.

Esta novela admite muchas lecturas,  expresión tópica, pero atinada en este caso. La entrada de Wikipedia es muy completa (https://en.wikipedia.org/wiki/A_Canticle_for_Leibowitz.) y refleja bien la trascendencia de la obra, creo que todavía bastante desconocida en España. Puede leerse como un relato de ciencia ficción de alta calidad, pues responde a los criterios del género (del que soy poco amigo, por cierto) y consigue lo que seguramente es más específico de este tipo de literatura: crear un mundo imaginario a la vez verosímil, original y atractivo.

Además, la historia es una parábola sugerente de la sociedad occidental (y en ese sentido, puede compararse -a mi juicio, sin desdoro- con Un mundo feliz o 1984). Se abordan muchos temas de gran interés: el vínculo entre ética y ciencia, la dificultad de controlar el poder humano, las relaciones Iglesia-Estado… En esta relectura, me quedo con lo que tiene de tratado de Eclesiología. La Iglesia aparece retratada con una profunda visión teológica. Una sociedad humana y divina, a la vez Esposa de Cristo y grupo de pecadores supuestamente unidos por un amor fraternal. Única defensora de quienes carecen de defensa, sin importar las consecuencias[1], mientras sortea mal que bien las tentaciones del poder secular.

Pero en la historia brilla sobre todo la imagen de la Iglesia como custodia del conocimiento humano y sede de la sabiduría (dimensión ésta, ay, olvidada hoy, también por los católicos). Con esa raíz -y el fundamento sobrenatural, claro- es capaz en el relato de ser fiel a su tradición apostólica, y, como ha ocurrido tantas veces en la historia, sostenerse firme a pesar de las presiones del espíritu del tiempo, de cada tiempo, a las que, sin ser inmune, no termina de ceder para seguir peregrinando hasta que vuelva su único señor.

Nota: 9,5.




[1] Ojo, spoiler en esta nota al pie: impresionará al lector que sean justo “los hijos del Papa” los asesinos del hermano Francis.

La interpretación del asesinato. Jed Rubenfeld

Novela policíaca bastante original, lo que es decir mucho en un género trillado que ahora vive por lo que se ve una etapa de efervescencia.

La acción transcurre en el Nueva York de principios del XX, cuando el capitalismo americano hace de esa ciudad su capital. Las fortunas pujan por hacer negocios cada vez más grandes en una Nueva York que comenzaba a ser ya caput mundi. Y allí desembarca Freud, invitado para dar unas conferencias sobre algo tan nuevo como escandaloso, el psicoanálisis (la visita fue históricamente real: en 1909). De alguna manera, Freud es el protagonista de la historia. No es que aparezca mucho, pero sus teorías son la herramienta principal con la que un joven médico intenta descifrar el enigma de un crimen. Le ayuda un detective de corte clásico, sin brillantez mental, pero perseverante y prudente, contrapunto de la sofisticación intelectual del médico.

El estilo es ágil y eficaz. Tal vez se demora demasiado en algunas subtramas y por momentos el hilo narrativo se pierde. Hay también mucho "psicologismo" quizá un tanto simplón y la obsesión propia por el sexo tan característica del freudianismo. Pero la historia resulta atractiva, el contexto histórico es de por sí sugestivo y los personajes están bien construidos. Una lectura interesante.


Una frase destacable: "por eso los padres tienen que morir: para hacer que el mundo se convierta en real para sus hijos".

Nota: 7.