Vaya por delante mi admiración por Cercas, único autor
español contemporáneo al que sigo (me gustaron mucho Soldados de Salamina y Anatomía
de un instante). Creo que es un autor con eso que se llama “voz propia”,
tal vez por el ritmo y la precisión de su escritura y su visión inquisitiva de
la realidad, a la búsqueda de lo que las apariencias ocultan.
En este caso, se detecta un cierto amaneramiento, una
especie de Cercas imitando a Cercas, puede que como recurso para sacar partido a
un material más pobre que el de su anterior obra, El impostor. El relato se ciñe a la investigación sobre un
tío del propio novelista, Manuel Mena, alférez provisional en la Guerra Civil,
caído en combate durante la Batalla del Ebro. Y decepciona, aunque la prosa de
Cercas mantenga su calidad. En primer lugar, porque tanto esa búsqueda que
Cercas lleva a cabo en primera persona -demasiadas conversaciones banales-,
como el resultado -unos pocos hechos históricos y muchas suposiciones- dan poco
de sí. Resulta cargante además su insistencia en que él debe atenerse a los hechos y no fabular mientras no deja de hacerlo.
Pero el motivo mayor de la decepción es que la historia
sirve para dar cobertura a su explicación parcial y tópica del fracaso de la
República y de la Guerra Civil, que lastra toda la narración. La tesis primaria
de Cercas es que Mena acabó sus días desengañado y que su familia se equivocó
de bando: debería haber combatido con la República. Una conclusión un tanto
extravagante a la vista de que, por ejemplo, se narra el intento de asesinato
de uno de sus familiares por parte de algún elemento izquierdista antes de la
Guerra Civil (no parece fácil elegir el bando de quienes desean matarte). Y se
basa, sobre todo, en la visión ideologizada –ridícula en su simplismo- con la
que la mayor parte de la intelectualidad española sigue viendo el régimen de la II República y la Guerra
Civil (una muestra: se describe como “masivo” el apoyo de Hitler y Mussolini al
bando franquista, pero no se menciona a Stalin en todo el libro).
Una pena que un escritor tan inteligente como Cercas no sea
capaz de superar esa mentalidad dominante para haber mirado con ojos limpios
aquella tragedia nacional. Hubiera podido así haber indagado en la figura de su
tío con mayor hondura e inocencia, para intentar descubrir qué movió a miles de
personas como Manuel Mena a tomar las armas y arriesgar sus vidas (¿querrían tal vez mantener la libertad de rezar al Dios de sus mayores?). Pero
en estas páginas quedan reducidos a figurantes de la historia, víctimas manipuladas
de unos pocos oligarcas: militares, ricos, obispos.
Nota: 5.