No me ha gustado lo que he leído de Barnes. Excesivamente
pedante y “literario”, en el peor sentido de la palabra. No me parece que
admita la comparación -por lo demás, frecuente- con su compañero generacional, McEwan. Prefiero
también a Amis, aunque me resulta asimismo pedante (por cierto, en cuanto
denuncia de las miserias del comunismo, su Koba,
el temible resulta superior a este libro).
En este caso, sí me ha parecido una buena novela. Se trata
de una recreación de la vida de Shostakovic, en particular, de su relación con
un poder totalitario como el comunista. El ambiente de opresión obsesiva está
magníficamente descrito. También la fuerza que tiene cualquier vocación
artística real, a la que el músico supedita todo, incluso en alguna medida su
moralidad (acepta una cierta connivencia con el sistema, que le maltrata, pero
no del todo). Shostakovic tenía una personalidad compleja y atormentada, que
es retratada con precisión y cierta simpatía. Da la impresión de que a Barnes,
como escritor, también le parece que el artista puede gozar de otros códigos
morales.
Me enfada el paralelismo igualador que desliza en algunos
momentos entre el sistema capitalista y el comunista, como si ambos fueran solo
máscaras distintas, pero equivalentes, de un poder omnímodo.
En todo caso, se trata de una novela profunda en torno al arte y
el poder, muy bien escrita, que se lee con interés de principio a fin.
Nota: 8.