Recuerdos de un jardinero inglés. Reginald Arkell

He aquí un libro que merece el título de clásico contemporáneo. El narrador nos cuenta la vida de un anciano, Bert Pinnegar, antiguo jefe de jardinería de una mansión inglesa. Que no se asusten los que no conecten con la jardinería (mis conocimientos se limitan a distinguir rosas, margaritas y claveles). La obra es un homenaje al oficio de jardinero, sí, pero como Los restos del día lo era también respecto del de mayordomo. Ambas son mucho más y, por cierto, los paralelismos que he encontrado entre ambas no terminan ahí. Comparten tono elegíaco (la nostalgia del esplendor de un mundo pasado); una alabanza de virtudes sin brillo social, como la lealtad, la discreción y la sobriedad; unas personalidades complejas, con sus rarezas y dificultades sentimentales, pero moralmente rectas; y una historia de amor, menos frustrante y más cerca de la amistad en este libro que en el de Ishiguro.

La narración fluye con gracia, en un estilo delicado y sencillo, en el que hay una mirada realista y a la vez misericordiosa sobre las vidas humanas, con ese so british punto de ironía, sin llegar a lo estrambótico. Vayan estas citas como ejemplo:

“La jardinería puede ser la ocupación más exigente del mundo, pero da tanto como exige, ni más, ni menos. La vida en un jardín es una larga batalla contra las fuerzas del Mal, pero la victoria merece la pena. A una derrota exasperante le seguía un triunfo espectacular. En un momento estás tirado en el suelo y al siguiente te elevas sobras las alas de la mañana. Aunque Bert Pinnegar no expresaba sus sentimientos con esas palabras exactas, algo dentro de él cantaba una melodía parecida”. 

“Durante la década de los ochenta, los habitantes de estas islas eran todavía una raza primitiva que se permitía excesos de crueldad y superstición. En nuestra más civilizada época nos damos cuenta que el castigo corporal embrutece al joven delincuente, y esas represalias, sean del tipo que sean, hay que condenarlas. El señor Addis no sabía esto. Le dio al joven Pinnegar una buena tunda, y, como la jardinería no es un trabajo que se haga sentado, tampoco perdió mucho”.

“El señor Pinnegar no dijo palabra, algo que, en cualquier discusión, es siempre una carta ganadora”.

“Usted cree que la señora estaba mal de la cabeza porque encontró tiempo, en medio de todos sus problemas, para pensar en un viejo que había trabajado para ella durante sesenta años. Eso demuestra lo poco que sabe usted. En el mundo sigue habiendo sitio para un poco de amabilidad, y la próxima vez que tenga usted ganas de despreciar los sentimientos de las personas porque tenga prisa por llegar algún sitio, debería tener eso en cuenta”.

Y atención a esta cita: “Con el cambio de siglo empezaron a ocurrir cosas por fin. La reina Victoria murió y el príncipe de Gales se convirtió en rey de Inglaterra, cuando ya era casi demasiado tarde para que eso tuviera importancia para él”. Sepan ustedes que esta obra fue representada en función privada para la familia real británica en las Navidades de 1979. Quién sabe si ese día la reina Isabel tomó alguna decisión respecto del futuro de su hijo Carlos. 

Nota: 9,5.