El señor de las moscas. William Golding


Había intentado leer esta novela en un par de ocasiones y no pude pasar de las primeras páginas. Su prestigio de clásico contemporáneo me ha forzado esta vez a terminarla. Con no poco esfuerzo y sensación de que no me estaba mereciendo la pena.

La trama es bien conocida: unos niños perdidos en una isla tienen que organizarse para sobrevivir. El paraíso inicial de una isla deshabitada sin adultos ni obligaciones se acaba convirtiendo en un infierno donde predomina el egoísmo y el afán de poder hasta ejercer incluso la violencia contra sus semejantes. El mensaje de la novela es evidente: el cimiento de la sociedad, de cualquier sociedad, es la ley del más fuerte porque el hombre es un lobo para el hombre ya desde la infancia.

Mi decepción con la novela no tiene que ver solo con su antropología subyacente -una visión tan pesimista de la naturaleza humana-, sino también con los defectos narrativos. El estilo resulta bastante artificial, pretencioso, sobre todo en las descripciones de la naturaleza, a menudo ampulosas, y en los pensamientos de los protagonistas, en unos términos oscuros y supuestamente profundos, inverosímiles para sus edades. La historia en sí transcurre además con lentitud, de forma un tanto plana.

Al mismo tiempo, hay episodios de la peripecia que mantienen la tensión del lector; y es interesante cómo se construye la relación entre los niños, réplica metafórica de los juegos de poder y las tendencias más bajas de las sociedades adultas: la necesidad de un liderazgo indiscutido, el afán de diversión, la explicación esotérica de lo desconocido... Estos elementos tal vez expliquen el éxito de esta novela, que en conjunto me ha resultado decepcionante.

Nota: 6