Relato que llega a mis manos con una avalancha de muy buenas reseñas. Esta unanimidades a veces son sospechosas, con fundamento en este caso: no es para tanto el
librito.
La narración se ajusta a las veinticuatro horas en las que se tomó la
Bastilla. Se narra desde el punto de vista de los protagonistas “de a pie”, las
personas concretas, el populacho. Sus descripciones conforman lo que pretende
ser un fresco de la sociedad de la época. Sobre todo, de sus aspectos
negativos, que son todos en la narración (nada, por lo visto, era salvable de
aquel mundo). Miseria y negrura son los elementos de aquella sociedad, cuya
radical falta de horizontes convertía la muerte en una alternativa plausible
frente a una vida bestial.
No se trata de negar ni minimizar las profundas injusticias
que sostenían el Ancien Regime. Pero
resulta cargante el maniqueísmo “politically correct” (y, por tanto,
anacrónico) con el que es descrita una situación social que me parece debía ser
más compleja. Basta constatar en qué acabo la propia Revolución. El estilo es
vivo, un tanto barroco, casi periodístico en su ritmo, y, en general, bastante eficaz en su propósito de hacernos
respirar el ambiente de aquel decisivo día de la historia contemporánea. Y ese
es quizá el mayor logro de este escrito más bien propagandístico.
Nota: 6