El paso siguiente en el baile. Tim Gautreaux

He aquí una muy buena novela, a la que tal vez una más rigurosa tarea de edición podría haberla convertido en obra maestra. ¿Por qué ocurre tantas veces en la literatura contemporánea? Bueno, a mí me lo parece. Tal vez no ocurra o tal vez ha ocurrido siempre. No sé si será el narcisismo de los tiempos o las imposiciones editoriales, pero por mi parte agradecería más valentía para suprimir lo que no es esencial.

Los protagonistas de la historia son un joven matrimonio cajún de un villorrio de Luisiana. O sea, “Deep South” (pero very, very, deep: quien no tenga un mínimo interés por esa cultura, abténgase de esta lectura). Eso sí, con un ingrediente esencial diferente de otros territorios sureños: la influencia de las raíces francesas y, particularmente, del catolicismo. 

Paul y Colette tienen caracteres muy distintos y acaban por separarse. Colette, tozuda y un tanto veleta, se va a California, para huir de lo que considera un ambiente miserablemente pueblerino. Consigue el éxito profesional, pero no la felicidad. Es un tanto tópico el contraste entre la despiadada ciudad y la bonhomía de las gentes de pueblo (falta sutileza en estas páginas). 

Paul, impulsivo y simplón, pero bueno, experimenta un cierto proceso de maduración guiado por su afán de recuperar a Colette, lo que le lleva incluso a asentarse en California.

Para no desvelar más, digamos que ambos vuelven al terruño y que la historia se centra en el modo en que van recuperando su relación, avivando un vínculo que por lo demás ambos consideraban permanente. Su catolicismo les hace ver con naturalidad, como se acepta la propia estatura o el color de ojos, que ellos no podían separar lo que Dios había unido. En ese camino, cobra gran importancia el medio, la cultura cajún de su pueblo, marcada por una fe que podríamos llamar preconciliar. No en el sentido de ser tradicionalista o reaccionaria, sino pura y sencilla, previa a tantas dudas y temores propios del cristianismo occidental de los últimos tiempos. Una fe hecha cultura, que se funde con la vida cotidiana -nada fácil, por cierto, en aquellos páramos-, y proporciona unos lazos que construyen un sentido de comunidad tan fuerte como la religión que la sustenta.

La gran riqueza de esta novela son sus personajes, atractivos en su contraste entre una aparente simpleza y su magnanimidad de fondo: sanchos panzas con alma de quijotes. El egoísmo es el imperdonable pecado contra el Espíritu Santo en ese pueblo. Y así se teje una historia de lealtades y búsqueda de la felicidad. Una hermosa historia sobre la importancia de las raíces familiares y culturales, por donde fluye la savia que nutre el amor. 

Nota: 8.