Me suena frívola la
insistencia en que ahora tenemos todos más tiempo libre. El trabajo profesional
se ha incrementado para muchos. Y las tareas domésticas. Y la atención a los
hijos o a los padres. Por no hablar de quienes tienen familiares en aislamiento
en sus casas, a los que hay que preparar comidas y atenderles lo mejor posible.
También cansa eso que se
llama “positivismo”, placebo contra el miedo al sufrimiento. La propaganda nos
quiere hacer creer que todo saldrá bien. La realidad es que no lo sabemos. Es
la incertidumbre de nuestra condición de criaturas, que se convierte en
insoportable cuando no se reconoce que la historia tiene un Señor.
Sea como fuere y con
perdón por el simplismo de la reflexión anterior, parecen buenos tiempos para
lecturas provechosas. Hay quien elegirá el libro como un sedante y
optará por literatura evasiva. Por mi parte, prefiero que la lectura sea una
ayuda para fortalecer el espíritu. En esa línea, aquí van unas recomendaciones
de obras de no ficción, dentro del periodo que cubre este blog (yendo más atrás
uno puede recurrir a joyas tan ad hoc
como El diálogo de la fortaleza contra la
tribulación, de Santo Tomás Moro o sus mismas cartas desde la Torre).
Cuatro son bastante conocidas y una muy poco -por eso hago un pequeño
comentario-, con un denominador común: son historias de personas que afrontan con
esperanza enormes adversidades.
Cisnes salvajes, Jung Chang
Tempestades de acero, Ernst Jünger
El infierno de los jemeres rojos, Denise Affonço
Sur,
Sir Ernest Henry Shackleton
To raise the fallen, Fr Willlie Doyle, S.J.
Doyle (https://fatherdoyle.com/) fue un sacerdote irlandés, capellán militar
durante del Primera Guerra Mundial, que murió en acto de servicio en Passchendaele
el 16 de agosto de 1917 (pongo su dies
natalis con la esperanza de que su causa de beatificación avance). La obra
es una recopilación de sus cartas desde el frente y de diversos escritos
espirituales. Deja huella.