Cáscara de nuez. Ian McEwan


El narrador de esta novela es un feto, hecho seguramente inédito en la historia de la literatura. Nos cuenta la descomposición de un matrimonio, proceso en el que una posible herencia lleva a planear el asesinato del marido traicionado, a manos de su esposa y de su amante, hermano del marido.
Estos elementos folletinescos, en contraste con la elección tan original de un narrador omnisciente que en realidad no ha nacido, requieren de un gran maestro para que la novela se sostenga. Y McEwan lo es. Aquí de nuevo brilla su pericia excepcional como narrador. La historia resulta interesante hasta el final.

No obstante, me parece un McEwan menor, como todas sus últimas creaciones. La historia se desarrolla con admirable perfección y hay una crítica sagaz al modo de vida hedonista y simplón de la clase media británica. Pero a diferencia del mejor McEwan (Los perros negros, Sábado, Expiación), no hay un planteamiento literario  de cuestiones trascendentes con la riqueza de matices y profundidad de que es capaz este excelente escritor, ya en decadencia, me temo. Claro que su decadencia -relativa- sigue siendo una cumbre.

Esta novela se mueve con verosimilitud entre la farsa y la tragedia porque está excepcionalmente urdida  y narrada, con ese tono de mordaz ironía tan característico de su autor. Su lectura es interesante como muestra de un brillante ejercicio estilístico y como semblanza de un tiempo y unas costumbres, pero dejará quizá en los seguidores de McEwan cierta sensación de insustancialidad.

Nota: 8.

Un espía entre amigos. Ben Macintyre

Excelente biografía de Kim Philby, el gran traidor del espionaje británico.

Con agudeza, sentido del humor y precisión, se cuenta la vida de este agente; en particular, la trama de todas sus traiciones y el papel en ellas de sus amigos, traidores como él o traicionados. Como la miseria moral del traidor puede quedar diluida por la deslumbrante inteligencia del doble juego que duró tres décadas (los listos que son malos nos lo parecen menos), el autor subraya la terrible responsabilidad de Philby, por ejemplo, en la muerte de personas.

El libro es también un retrato del particular mundo del espionaje británico, sus miembros y su estilo, que conforman un gremio peculiarísimo, hasta el punto de ser considerado en su rareza como la quintaesencia del carácter inglés. Destaca el personaje de su mejor amigo, Nicholas Elliot, espía como él en el MI6. Le defendió hasta que fue evidente que era en realidad un agente de la URSS y entonces se encargó el mismo de desenmascararlo. Philby logró huir, aunque tal vez fue dejado escapar, pues su juicio en Gran Bretaña hubiera sido demasiado escandaloso. El libro no es concluyente sobre este aspecto.

Ya en Moscú y pasados los años, Philby escribe a Elliot y le pide un encuentro en lugar neutral para hablar de los viejos tiempos. Elliot le responde con británica elegancia, al pedirle el favor de que pusiera flores de su parte en la tumba de Volkov, uno de los muchos a los que mató la traición de Philby.

Nota: 9.