Confinados de nuevo en mayor o menor medida, vayan aquí más sugerencias que nos ayuden a combatir el optimismo tramposo y dulzón del todo irá bien y nos fortalezcan en la virtud de la esperanza, ahora que empieza el mes de noviembre. Porque todo irá bien, pero no como esperan los que no saben esperar.
- Escritos esenciales, de Etty Hillesum
- Hiroshima, de John Hersey
- La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich
- Diario de la felicidad, de Nicolae Steinhardt
Este último puede ser el más desconocido, por desgracia, pues es una obra maestra, uno de esos libros que le acompañan a uno para siempre porque se pueden leer y leer y extraer perlas de belleza y verdad en cada lectura. Se trata del diario de un abogado judío encarcelado por el régimen comunista rumano, que acaba convirtiéndose al cristianismo y recibiendo las órdenes como monje ortodoxo. Abarca prácticamente toda su vida adulta y es muchas cosas a la vez: compendio de la cultura europea del siglo XX, guía de espiritualidad, retrato de la vida bajo el totalitarismo, semblanza de un país como Rumanía, tan interesante y tan mal conocido... Una cita como aperitivo del festín que espera al que quiera leer estos diarios:
"No lo sabía -la respuesta de
aquellos a los que se les habla de la tortura, de los campos de concentración,
de la cárceles, de las confesiones forzadas de los acusados, de los
internamientos de políticos en manicomios- no es una disculpa válida. Nadie está
obligado a inventar la pólvora o a descubrir la teoría cuántica. Pero, por otra
parte, una inteligencia elemental es un deber. Sobre todo para un cristiano,
que tiene que estar siempre alerta ante las tentaciones. Y la estupidez es una
tentación. Y no sólo para un cristiano. Y esto a causa de una constatación
experimental objetiva: nadie sabe nada, pero todo el mundo lo sabe todo.
La ignorancia, la estupidez, el paso a ciegas por la vida y por las cosas, o el
paso indiferente son cosa del diablo. El samaritano no ha sido sólo bueno;
también ha estado atento: ha sabido ver".