El número 11. Jonathan Coe

De Jonathan Coe me impresionó La lluvia antes de caer, ya desde el mismo título, uno de los mejores que recuerdo, y a pesar de su perversa apología del suicidio. También me gustó Expo 58, mucho más ligera: una novela satírica sobre el mundo del espionaje.

Esta novela pivota sobre dos personajes, Rachel y Alison, amigas que en su infancia viven una historia de tintes fantásticos con la que se abre la narración. Luego siguen una seria de relatos que solo tienen en común el protagonismo de alguna de ellas, con la Inglaterra de los años 90 hasta la actualidad como escenario.

Esas historias tienen un interés dispar. Bien escritas, muy divertida alguna de ellas (sobre todo la que describe un reality show, por otra parte, carne fácil de sátira), componen un collage que el autor une con el pegamento de la crítica política: Recortes en el estado de bienestar, precariedad laboral, capitalismo salvaje...

Se trata de una novela de tesis: Inglaterra ha ido mal por el triunfo del pensamiento conservador, cuya peor variante es el New Labour de Blair, por aquello de que no hay peor cuña que la de la misma madera. El mensaje, por tanto, es de laborismo corbyniano: tan contundente como superficial. A pesar de la inteligencia irónica de Coe, la narración se resiente muchas veces de ese maniqueísmo.

Nota: 6.

Mr Wu & Mrs Stitch. The letters of Evelyn Waugh & Diana Cooper



 Se disfruta mucho este conjunto de cartas entre Evelyn Waugh y Lady Diana Cooper (https://es.wikipedia.org/wiki/Lady_Diana_Cooper) que cubren las décadas “mollares” del siglo pasado. En ellas se aprecia el desarrollo de una amistad peculiar, sostenida en el tiempo de dos vidas muy diferentes entre sí. Ambos tenían una gran intimidad, a pesar de que a Waugh no era fácil quererle y la Cooper, bellezón que ejercía de lo que ahora llamaríamos reina del papel couché, tampoco tenía un temperamento sencillo. El escenario principal: el gran mundo de una aristócrata como Cooper, representada, por cierto, en varios personajes de las narraciones de Waugh, asunto que es materia  de algunas de las cartas. Un gran mundo lleno de personajes interesantes y buena vida, como se espera, pero también de sufrimiento por la falta de amor.

En un contexto de franqueza mutua –refinada por una exquisita politesse-, llama la atención la dureza con la que Waugh habla a su amiga de las cuestiones de fe. Le dice literalmente que “su vida está sobrada de ternura y falta de instrucción religiosa”. Un buen amigo dice la verdad a otro, aunque sea dolorosa.

No obstante, Waugh se reconoce continuamente como un misántropo. Para evidenciar ese defecto, cuenta la siguiente anécdota, que casi merece la lectura del libro. Su mujer (Laura, esa santa) entra en su despacho y le dice (la cita no es literal): tenemos una emergencia. Un gran macetero ha caído sobre la cabeza de uno de nuestros sirvientes. Sangra muchísimo. Y Waugh responde: qué horror, cariño. ¿Y se ha roto el macetero?

Así de divertidas son muchas de estas páginas, si uno conecta con este mundo de inteligencia un tanto frívola, pero aguda.


Nota: 8.