Solaris. Stanislaw Lem


En este blog se buscan clásicos contemporáneos y rara vez se encuentran. He aquí uno que se ha ganado con el tiempo esa etiqueta: Solaris. Llevada al cine ya tres veces desde que se publicara en 1961, buena muestra de su impacto, Solaris es un clásico contemporáneo y se entiende bien que lo sea tras haber leído el libro en la traducción que del polaco al castellano hizo Joanna Orzechowska y publicó Impedimenta en 2011.

No es que la novela carezca de defectos. Hay un exceso de pesadas descripciones de fenómenos físicos, los del planeta Solaris, que buscan quizá un lirismo un tanto afectado. Sobran también no pocas exhibiciones de conocimientos científicos (Lem era un sabio multidisciplinar) y digresiones del ámbito de la filosofía de la ciencia poco inteligibles para el lector común, e irrelevantes, creo, para el desarrollo de la historia. Animo a saltarse con toda paz esas páginas y a centrarse en la historia, de un raro y fascinante misterio.

No diré apenas nada del argumento, por ser conocido y para evitar spoilers que, en una historia de intriga, son especialmente reprobables. El protagonista “humano” es Kris Kelvin, un psicólogo enviado a la estación espacial que estudia el planeta Solaris, el otro gran protagonista de la novela. Un “planeta-ser”, por decirlo de algún modo, cuyas manifestaciones vitales son el meollo de la narración.

La novela es, sin duda, excelente. Una trama inteligentemente desarrollada, con unos personajes creíbles y atractivos, que protagonizan un drama donde se abordan con hondura algunas de las cuestiones fundamentales de la vida humana. Sobre la filosofía que subyace en el libro se ha escrito mucho (basta darse una breve vuelta por internet). Seguramente una cierta ambigüedad en sus planteamientos puede explicar la riqueza del debate. Véase por ejemplo esta cita, en la que el autor resume la ciencia solarística, el conocimiento científico generado por el estudio del planeta Solaris: “La solarística es, pues, un sepulcro de mitos ya fallecidos, una manifestación de añoranzas místicas que los labios humanos no se atreven a pronunciar en voz alta; su piedra angular, escondida en lo más hondo de sus cimientos, la constituye la esperanza de la Redención”.

Sea como fuere, creo que, por discutibles que puedan ser algunas de las ideas de Lem, la lectura hará pensar “en serio” a quien se acerque a Solaris buscando solo su disfrute como obra de ficción. Un disfrute extraordinario.

Nota: 9.

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