El subtítulo de esta espléndida colección de cartas es
"amor y muerte en el gulag". Se trata de la correspondencia desde
1946 hasta 1954 entre Lev y Sveta, dos novios moscovitas separados por la
Segunda Guerra Mundial. Lev, soldado leal del Ejército Rojo, es apresado por
los alemanes y condenado al gulag a su regreso por un supuesto espionaje. Entre
las muchas cosas que se aprenden en este libro, una es que la justicia
soviética tenía bastante de estadística aplicada: había más probabilidad de que un
mínimo de posibles traidores recibiera su castigo si un porcentaje alto de
excombatientes eran condenados. La inocencia del sospechoso -como la de Lev en
este caso- era irrelevante mientras el cupo de plazas siberianas no estuviera
completo.
El epistolario es una gran historia de fidelidad, sobre todo
de Sveta, que mantiene su amor por un apestado social, de futuro incierto (lo
normal era no volver de aquellos campos de concentración). Esos ocho años
discurren en medio de las adversidades morales y materiales del comunismo
estalinista, que ambos superan con una fortaleza de ánimo solo explicable por
la solidez del vínculo que les unía. Se llama amor, sin duda, y cualquier
lector de estas cartas tendrá la experiencia de apreciar lo fuerte que puede
ser cuando es verdadero.
Impresionan el buen estilo en la redacción de las cartas, la
delicadeza de los sentimientos mientras alrededor solo hay brutalidad y
penuria, el conocimiento de la condición humana, la sabiduría práctica... Sirva
este párrafo de ejemplo, con el que Lev desde el gulag trata de calmar la
ansiedad de Sveta por su juventud perdida: “Que te veo todos los días, que sé
cómo eras y cómo eres hoy, y que, aunque lamentaré cada cabello gris que
advierta en tu melena, aunque me dolerá cada nueva arruga que aparezca (...),
son cosas que tienen que pasar y, cuando eso ocurra, no cambiará en nada lo que
siento por ti, tan sólo serán algo nuevo, un añadido que también será tuyo”.
En fin, una gozada, a la que se une el trabajo excelente de
Figes, uno de los mejores historiadores del comunismo soviético, cuya cuidada
edición de estas cartas -mención especial merece cómo ofrece el contexto
histórico adecuado- no quita protagonismo a Lev y Sveta, héroes profundamente
humanos frente a la deshumanización.
Nota: 9.
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